sábado, 23 de agosto de 2008

NQUILLIÚ

Araucaria o Pehuén
Araucaria araucana


Antes, mucho antes de que el huinca viniera por estos lados, hubo un invierno muy frío.

Casi no había más comida. Se moría la gente de hambre.

Habían desaparecido el pudú, el choique, el luan.

No se sabía adónde se habían escondido.

Los coná salían a buscar animales y volvían peor que antes.

Y algunos morían en el viaje.

Comían hasta raíces de plantas.

Entonces se reunieron todos los loncó. Una gran junta hicieron.

Así que mandaron delegaciones para conseguir ayuda.

Lo poco que tenían era repartido.

Al tiempo volvió un coná.

Traía nquilluú.

Dijo que cuando estaba en la cordillera se encontró con un anciano.

Cuando le contó lo que le estaba pasando a su gente, el viejito le preguntó por qué no se alimentaban con los piñones, que ésa era la verdadera comida mapuche que Nguenechén había enviado.

Habló de todas las formas de aprovechar el piñón.

Después el coná no supo más del füchá huentrú, que desapareció entre la nieve.

Se reunió toda la gente a escuchar la novedad que traía el recién llegado.

Y entonces uno dijo: -Ese era un mandado de Nguenechén.

Buscaron todos los piñones que pudieron hallar.

Los juntaron y comieron.

Y para agradecer a Nguenechen, por haberlos salvado de morir, hicieron una gran rogativa.

Y desde entonces, cuando se hace nguillatún el rehue se pone en el pehuén y se toma chafí.

Huinca: hombre blanco , no mapuche.

Choique: Avestruz o ñandú americano.

Luan: guanaco. Coná: joven fuerte y valiente.

Loncó: Jefe, cacique.

Nguenechén: Principal deidad en la cosmogonía mapuche.

Fücha huentrú: anciano , de fücha, viejo y fuentrú, hombre.

Rehue: Altar formado por un tronco, árbol o conjunto de árboles en torno del cual se ruega.

Nguillatun: adorar a Dios. Ceremonia con la cual se le piden favores y beneficios al Ser Supremo, Nguenechén. Se conoce también con el nombre de camaruco, término quechua que es utilizado con mayor frecuencia en las zonas este y sur del área neuquina.

La ceremonia antiguamente no revestía el carácter de anual, era celbrada en ocasión de interpretar, como presagio de un porvenir incierto o adverso, cualquier fenómeno que se presentaba con características extrañas o amenazadoras.

Chafí: bebida obtenida de la molienda de los piñones o nquillú.

Nquiluú: piñón, fruto de la Araucaria o Pehuén


Guillermina Imiguala, Chapelco. 1973

Del libro Relatos y romanceadas mapuches, compilación e introducción de César Fernández

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/08/el-pehuen.html

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/03/el-pino-cordillerano.html

viernes, 22 de agosto de 2008

TRENTRÉN Y CAICAI




Esto pasó en los tiempos de antes, cuando sólo había reché, los antiguos y verdaderos mapuches.

Si no llovía se hacía una gran rogativa.

Había que ir al Lago Lácar y golpear el agua con ramas de pehuén para que viniera la lluvia.

Y después, cuando venía la tormenta, había que estar a pura panza no más.

Nada de protegerse con un toldo o ponerse al reparo.

Decían los abuelos, cosas que a ellos les habían contado, que una vez apareció un hombre que decía que era el mandado de Nguenechén.

Contó que se iba a enojar Caicaifilú y todo se iba a inundar.

Había que ir a la mahuida Trentrén para salvarse.

Se cansó el hombre de hablar, pero nadie le hacía caso y se fue.

Ese año hicieron la rogativa.

Y llovió y llovió.

No sabían qué hacer para que no diluviara más.

Y ahí fue cuando la Caicaifilú, que vivía en el fondo del lago y estaba muy rabiosa con los mapuches, empezó a golpear el agua con su cola para hacer subir más el agua todavía.

La Caicaifilú llamaba al Pillán del Mahún.

Y los mapuches disparaban para todos lados.

Algunos se acordaron del mandato de Nguenechén y empezaron a subir el Trentrén.

También iban los animales como el choique, luan, pudú, pangui, nahuel...

Sombrero de palo tenían que ponerse para subir, si no Antü los dejaba sin pelos.

De esa vez quedaron con el color de piel oscura, por estar cerca del sol.

Los mapuches que caían al agua se hacían peces y los animales, rocas.

Tanto batifondo armó Caicaifilú que Trentrén se despertó.

Estaba en su cueva, en la punta de la montaña.

La Trentrén, para que los hombres y los animales no se murieran, se encorvaba y así subía la mahuida.

Todo se había inundado y sólo el cerro flotaba.

Pero la Caicaifilú se revolcaba y levantaba el agua.

La filú buena gritaba: -¡Trentrentrentren! Y la montaña subía.

La filú mala decía: -¡Caicaicaicai! Y aumentaba el agua.

Mucho tiempo dicen que duró la pelea.

Pasó entonces que la Caicai quiso ir a sacar a los mapuches de la cueva del Trentrén, donde se habían metido.

Se enroscó en una roca muy grande para poder llegar hasta arriba.

Pero Trentrén le dio un golpe con la cola y la tiró al fondo del lago.

Ahí cayó la filú y la roca encima. Murió.

Al poco tiempo dejó de llover.

Entonces los mapuches hicieron una gran rogativa para agradecer a Trentrén por haberlos salvado de Caicaifilú.

Dicen que esa montaña está apoyada en cuatro patas y si vuelve a diluviar se va a levantar de nuevo.

Hay varios Trentrén por San Martín de los Andes, Junín, Bariloche, Aluminé y también en Chile.

Hay piedras con forma de animales que están en las islas de los lagos que son de los animales del tiempo de antes.

Quedaron así desde el diluvio.

Y ésta es la historia que pasó hace tantísimo tiempo cuando sólo había mapuches.

Caicaifilú: animal mitológico, mitad serpiente y mitad caballo.

Trentrén : Serpiente mítica que en el diluvio salvó a los mapuches.

Reche: mapuche puro. De re , sin mezcla , puro y che, persona, gente .

Nguenechén: principal deida de la cosmogonía mapuche.

Mahuida: montaña.

Pillán: alma de un muerto que mora en un cerro o volcán.

Mahün: lluvia.

Choique: avestruz o ñandú americano.

Luan: guanaco.

Pangui: puma, león americano.

Filú: culebra, víbora.


Trentrén y Caicai Pedro Curruhuinca, Quila Quina, 1968
Del libro Relatos y romanceadas mapuches, compilación e introducción de César Fernández.

jueves, 21 de agosto de 2008

MASHENKENK

Cuevas de las manos
Río Pinturas
Santa Cruz, Argentina
Patrimonio de la Humanidad


EL REGRESO DEL CAZADOR

Ya el chamán propiciador de la cacería ha encerrado en el círculo mágico a su presa...

Y el animal, atado por los hilos invisibles del conjuro del cazador sagrado, caerá pronto bajo las armas del tehuelche mashenkenk...

En la realidad cotidiana del aborigen, y en la simbolización pictórica del arte rupestre, siempre ha sido así: primero, la caza del espíritu, después la caza de la carne... Y seguirá siéndolo... en tanto no se borre la memoria de los pueblos de América.

Los abuelos mapuches cuentan que Elëngasem, el que sopla y tira piedra para que las mujeres no se acerquen a su caverna mítica, es el autor del arte rupestre, del las escenas de caza y de las manos... las extrañas manos de las cuevas australes. Hay manos en el centro y sur de la Patagonia: en las cuevas del río Pinturas, de Santa Cruz, del Chubut...

Aquí y allá, manos. En negativo en su mayoría, resaltando sobre la concavidad de piedra del refugio chamánico con sus aureolas en blanco, rojo, negro, amarillo, naranja... Manos importantes o gozosas, grandes y pequeñas, casi todas izquierdas, y en distintas posiciones...

¿Son las del sagrado chamán?

¿Acaso las del cazador?

Parecen convocar la cura mágica cuando manos rojas imprimen su huella sobre la yegua blanca mientras el médico-hechicero cura al enfermo con su antiguo saber...

Pero también parecen propiciar el ritual de la caza cuando aparecen estampadas simbólicamente sobre la presa: manos blancas sobre guanacos rojos... manos rojas sobre guanacos blancos...

Abundan en el arte rupestre patagoniense representaciones de escenas de cacería de guanacos, a los que los hombres cercan por ojeo. Es que el indio del Sur se valió del guanaco para su alimentación y para su subsistencia toda. Lo aprovechó integralmente: comió su carne, se abrigó con sus pieles... y con ellas también hizo sus toldos. El guanaco fué su vigía y su compañía en las desiertas extensiones...

Por eso lo representa y cuida de su cría, y se indigna ante el blanco depredador que caza chulengos sin miramientos.

El aunkenk (cazador) también ejercitó su astucia cazadora para atrapar al choique o al zorro, de los que se alimenta y a cuyas plumas, tendones o pieles de variados usos.

En la estricta organización social de las culturas aborígenes australes el trabajo se divide rigurosamente de acuerdo con el sexo y la edad.

Las mujeres fabrican utencillos y vestimentas, cuidan de los niños, acarrean agua y leña, conservan el fuego, y recogen frutos y raíces silvestres: en realidad la tarea más importante, porque sólo esta recolección es el alimento seguro para los suyos...

Los hombres, entre tanto, salen de cacería por días y días, pero el logro es incierto... Cuando miden sus fuerzas el indio y el animal todo es posible. Si Nguenemapún, el dueño sagrado de los animales, está enojado... no habrá artimaña que valga para atrapar a la presa.

Los viejos que saben dicen que hay que andar de buenas con Nguenemapún... Hay que pedirle permiso para andar por sus dominio y tomar a sus criaturas, y hay que propiciarlo con los nguillatunes (rogativas) y conjuros de la machi, la gran intercesora.

Sólo así los cazadores tendrán éxito aplicando las viejísimas técnicas de caza por boleadoras, por proyectiles varios, por acorralamiento, por ojeo o por despeñamiento. Sólo así volverán con las piezas que iluminan los ojos de los ancianos, las mujeres y los niños...

¡Es tan bueno el sabor de la carne al calor del fuego!...

En otros tiempos que apenas recuerda la memoria de los más viejos entre los viejos y que son memoria de firme trazo y colorido en las cuevas secretas, en esos días tan lejanos los indios cazadores del sur supieron de la muerte agazapada en los felinos, y los enfrentaron y cazaron...

Como toda América, la Patagonia tuvo un culto especial, por el animal de atractivo hipnótico que despierta los miedos ancestrales. Lo refleja el arte rupestre, con representaciones de felinos en estado naturista o semi-naturista, esquemático o simbólico.

Los pigmentos reproducen su figura en el salto o en la quietud acechante... A veces es sólo la huella de su pisada, ¡pero basta para marcar su temida presencia!

Es una incógnita la reiteración del motivo del félido en el arte aborigen...

¿Por depredador?

¿Por capacidad cazadora?

¿Por fiereza?

¿Porque es el rival por excelencia para el cazador de raza?.

¡Quien sabe!...

En la meseta central de Santa Cruz, en gran parte de la Patagonia, y en la Cueva de los felinos, la estampa de la temida especie reabre la inagotable conjetura... ¿Quién dirá la última palabra? ¿Es que acaso existe la clave reveladora?

Entre tanto las pinturas rupestres siguen hablando su código de imágenes y símbolos. Elaborado con pigmentos minerales, grasa animal, zumos vegetales, sangre, orina, y misterio, el color es forma y vida en escenas rituales, pisadas humanas y zoomorfas, signos, líneas... ¡y en las manos!... el instrumento ente los instrumentos.

Las manos del hombre que por ellas se hace hombre y por ellas se une a Dios...

Las manos hoy cierran el capítulo de otro misterio de la Patagonia.

miércoles, 20 de agosto de 2008

LA SIRENA


La Sirena, personaje mágico de la Amazonía.

Dicen que vive solitaria, pero siempre en busca de compañero, en las profundidades de los ríos y cochas, que sube a la superficie por medio de las muyunas o remolinos. Entonces, en una playa solitaria o en un barranco cercano de agua, canta con dulce acento lastimero y si algún joven la escucha, será atraído hacia ese lugar y terminará rindiéndose ante ella. Seducido por los encantos y la ternura de la sirena, el hombre lo abandonará todo y se marchará con ella para siempre.

Los familiares del desaparecido dirán entonces: se habrá ahogado, pero el cuerpo jamás será encontrado y si se consulta con un buen chaman ayahuasquero; seguro les dirá que la sirena lo ha encantado y lo llevó a vivir con ella, a su reino de las profundidades.

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/09/las-sirenas.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/09/el-origen-del-ayawaska.html

martes, 19 de agosto de 2008

EL YACURUNA




“Yacu” = agua o río, “Runa”= hombre o gente.

Es el espíritu mágico más importante de la selva baja. Manda sobre todos los animales y genios del agua, suele ser invocado por los chamanes y curanderos, en las sesiones de ayahuasca, tanto para hacer el bien como para hacer el mal.

Cuentan que se traslada por los ríos y quebradas, y entra en las cochas montado en un enorme cocodrilo “lagarto negro”.

Cuando viaja, se adorna con cinturones y collares de feroces boas negras y va calzado con cascos de tortugas de taricayas o charapas.

Son similares a los tsunki o tsungi de otros mitos.


http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/09/el-origen-del-ayawaska.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/03/el-hechizo-de-la-lupuna.html

lunes, 18 de agosto de 2008

EL SOL Y LA LUNA





El primer Sol, el Sol del Tigre, nació en 955 a.C. Pero al final de un largo período de 676 años, el Sol y los hombres fueron devorados por los tigres.

El segundo Sol era el del viento. Él fue llevado por el viento y todos los que vivían sobre la tierra, y quienes se colgaban de los árboles para resistir a la tempestad se transformaron en monos.

Vino a continuación el tercer Sol, el sol de la Lluvia. Una lluvia de fuego se abatió sobre la tierra, y los hombres se transformaron en pavos.

El cuarto Sol, el sol de Agua, fue destruido por las inundaciones. Todos los que vivían en esta época se transformaron en peces.

El agua recubrió todo durante 52 años.

Pensativos, los dioses se reunieron en Teotihuacan:

- ¿Quién se va a encargar ahora de traer la aurora sobre la tierra?

El Señor de los Caracoles, célebre por su fuerza y su belleza, hizo un paso adelante:

- Yo seré el sol, dijo él.

- ¿Alguien más?

Silencio.

Todos miraron al Pequeño Dios Sifilítico, el más feo y desafortunado de los dioses, y decidieron:

- Tú.
El Señor de los Caracoles y el Pequeño Dios Sifilítico se retiraron a las montañas, que hoy son las pirámides del Sol y de la Luna.

Allá, en ayunas, meditaron.

Luego los dioses formaron una inmensa hoguera, contemplaron el fuego y los llamaron.

El Pequeño Dios Sifilítico tomó impulso y se tiró a las llamas. Resurgió enseguida después y se elevó, incandescente, en el cielo.

El Señor de los Caracoles miró la hoguera ardiente, el seño fruncido. Avanzó, retrocedió, se detuvo, dio varias vueltas. Como no se decidía, exasperados los dioses lo empujaron. Pero antes de que se elevara en el cielo, los dioses, furiosos, lo abofetearon y le pegaron en la cara con un conejo, tanto que le retiraron su resplandor.

Fue así que el arrogante Señor de los Caracoles se volvió la Luna.

Las manchas de la Luna son las cicatrices de su castigo.

Pero el Sol resplandeciente no se movía.

El gavilán de obsidiana voló hacia el Pequeño Dios Sifilítico y le preguntó:

- ¿Por qué no te mueves?

Y respondió, él, el menospreciado, el purulento, el jorobado, el cojo:

- Porque yo quiero la sangre y el reino.

Este quinto Sol, el Sol del Movimiento, iluminó a los toltecas e iluminó a los aztecas. Tenía garras y se alimentaba de corazones humanos.

Leyenda Azteca

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/02/la-luna-y-el-sol.html

domingo, 17 de agosto de 2008

EL CERRO DEL TEPEYAC




Toda la historia guadalupana empezó en el cerrito del Tepeyac, ya que en la punta del cerro del Tepeyac fue donde Juan Diego tomó las rosas para mostrarlas al obispo Zumárraga como prueba de las apariciones de la Siempre Santa María de Virgen de Guadalupe.

Tepeyac es el último saliente y morro de la serranía, que llegaba hasta las playas del lago de Texcoco por el norte de la Gran Tenochtitlán; su altura sobre el nivel de la Basílica es de unos cuarenta y cinco metros, aunque parece más alto por el hundimiento de la ciudad. Por la forma de picacho eminente y el lugar que ocupa en el valle de Anáhuac, ya desde los tiempos remotos, los primeros habitantes de estos contornos edificaron en él un adoratorio dedicado a Tonantzin. (Diosa Madre).

Esta colina es llamada en lengua náhualt Tepeyacátl, por su forma de nariz.

No es muy alto, pero desde su alma, como desde un mirador, se contempla un ancho y pintoresco paisaje, en gran parte, ahora cubierto por la mancha urbana de la Ciudad de México.

Al sur se dibuja con toda claridad, no obstante la niebla del progreso, el Ajusco, la montaña más alta del Valle, después de los volcanes: el Popocatépetl y el Ixtacíhuatl, que se yerguen majestuosos, coronados de nieve perpetuas, hacia el sureste; por el poniente se extienden la serranías de El Desierto de los Leones y la de Las Cruces hasta perderse de vista por el rumbo de Tlalnepantla.

A partir del milagro de las apariciones de la Virgen, ahí realizado, la gente piadosa erigió en ese un lugar una cruz para conmemorar el prodigio.

Tiempo después en 1666, fue cuando Cristóbal Aguirre, panadero de México, y de Teresa Peregrina, su esposa, se construyó una humilde capilla con un retablo en cuyo centro se colocó la Imagen de Nuestra Virgen de Guadalupe, pintada por buenos pinceles de México.

“Miércoles 2 de Febrero de 1667 día de la Purificación de Nuestra Señora se abrió y se dedicó la Ermita”.

Era pequeña esta primera capilla pues tenía 10 varas de largo por 7 de ancho.

Aunque eran de adobe las paredes y el techo de madera duró al servicio del culto divino casi 90 años, hasta que en el año 1748 un fervoroso sacerdote, enamorado de la Virgen de Guadalupe, llamado José Mariano Montúfar, demolió la ermita y comenzó la obra de otra de mejor fabricación y de mayores dimensiones y en mayo de 1756 se celebró la primera misa en la capilla actual.

Como hecho notable, se narra que desde ese tiempo en adelante, el Cabildo de la Colegiata la tomó como propia del patrimonio de la Basílica.

Las medidas de la Capilla, construida por el padre Montúfar y que es la actual son: 25.5 m de largo y 6 de ancho; posteriormente sólo en los altares se han hecho modificaciones y se le han puesto algunos adornos; la cruz latina de la planta ha quedado intacta; la linternilla dorada le da esplendor en medio de los árboles que abundan en el contorno.

La fachada barroca es obra de Francisco Guerrero y Torres, afamado arquitecto del siglo XVIII.

Toda la amplia extensión de la cumbre del Cerrito está ocupada por el Cementerio, fundado por el P. Montúfar. Este panteón, a finales del siglo XIX y principio del XX, fue escogido por muchas familias de abolengo, como última morada para sus seres queridos; a eso se debe que haya monumentos mortuorios dignos de admiración. “La Vela del Marino”, las escalinatas: la del oriente, que es la que da acceso, cuando se sube desde la Capilla de El Pocito, y la del poniente, que sube desde el Atrio de la Basílica, forman un armonioso conjunto que da belleza a la Montaña del Tepeyac.

El fervor del P. Montúfar lo impulsó a edificar también una Casa de Ejercicios para personas piadosas que quisieran un lugar recogido solitario para la meditación y la unión con Dios, en un ambiente lleno de recuerdos ligados a las apariciones de la Virgen de Guadalupe.

Ahora ese lugar de oración lo tienen las Madres Carmelitas Descalzas, que desde 1892 en Adoración Perpetua elevan sus oraciones al Eterno Padre.

Finalmente, en el Atrio de la Capilla montan guardia cuatro Arcángeles esculpidos en mármol blanco, dándole al Tepeyac un aspecto de fortaleza que vigila la Ciudad a sus pies.


Fuente: http://eloficiodehistoriar.com.mx/2010/08/07/el-cerro-del-tepeyac/

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/09/la-virgen-de-guadalupe-patrona-de-nazca.html