sábado, 3 de julio de 2010

LA LEYENDA DEL CHAJÁ.


El Chajá, (Chauna torquata), es un ave zancuda del Sur de Sudamérica, en especial de Argentina y Uruguay.
Su cuerpo de regular tamaño, está recubierto por plumas de color gris plomizo.
En su cuello una línea de plumas negras forma un collar, y dos manchas blancas se destacan en el dorso.
Sus alas están provistas de espolones, y luce un copete en la nuca.
Habita en lugares húmedos, pantanosos o en las orillas de ríos o arroyos.
Entra al agua, pero no sabe nadar.
Sólo se los caza vivos y en pareja, pues si así no se hace, el ave muere al ser separado de su compañera.
Es tal el cariño que se profesan entre sí los que forman la pareja, que si uno se enferma, el otro no se aparta de su lado y trata de auxiliarlo en todo momento con mucho cariño.
Si llega a morir, no es extraño que al poco tiempo muera el otro también.
Construyen el nido ayudándose los dos, y cuando llega el momento de empollar, lo hacen también los dos alternativamente.
Una vez nacidos los polluelos, ambos se encargan de ellos: la hembra los cuida y el macho les proporciona alimento y los defiende.
Es un ave vigilante, y a la menor señal de peligro, levanta el vuelo y grita: "Chajá!" o "Yahá".
De este grito se ha tomado el nombre con que las distinguimos.
Vuela a gran altura describiendo círculos y puede mantenerse mucho tiempo en el aire.
Persigue a las aves de rapiña, siendo por ello un excelente guardián de gallineros y rebaños, reemplazando muchas veces al perro.
Se domestica con facilidad, llega a reconocer a su amo y a las personas de la casa.
El hombre no lo persigue para comer, pues su carne no es comestible. Al cocinarla se transforma, en su mayor parte, en espuma.
De aquí el dicho "Pura espuma como el chajá".

viernes, 2 de julio de 2010

EL CRISTAL EN EL OJO



Un cuento de Andersen comienza con la historia de un espejo mágico construido por unos duendes perversos. El espejo tenía una curiosa particularidad. Al mirar en él, sólo se veían las cosas malas y desagradables, nunca las buenas. Si se ponía ante el espejo una buena persona, se veía siempre con aspecto antipático. Y si un pensamiento bueno pasaba por la mente de alguien, el espejo reflejaba una risa sarcástica. Pero lo peor es que la gente creía que gracias a aquel maldito espejo podía ver las cosas como en realidad eran.

Un día el espejo se rompió en infinidad de pedazos, pequeños como partículas de polvo invisible, que se extendieron por el mundo entero. Si uno de aquellos pequeños cristalitos entraba en el ojo de una persona, empezaba a ver todo bajo su aspecto malo.

Y eso es lo que sucedió a un chico llamado Kay.

Estaba una noche mirando por la ventana y de repente se frotó un párpado. Notó que se le había metido algo.

Su amiga Gerda, que estaba con él, intentó limpiarle el ojo, pero no vio nada. Sin embargo, a partir de entonces Kay ya no era el mismo de siempre.

Cambió su carácter. Sus juegos ahora eran distintos. Aparentaba ser muy juicioso, pero su actitud era siempre crítica, ácida, distante.

Veía ridículo todo lo positivo y bueno. Le gustaba resaltar lo malo, poner de relieve los defectos de todo. Y aquel odioso cristal, que tanto había cambiado su modo de ver las cosas, se fue deslizando desde el ojo hasta llegar al corazón, que se enfrió tanto como su mirada y se convirtió en un témpano de hielo.

Y entonces ya no le dolía. El chico acabó recluido en un frío castillo, y allí vivía, persuadido de que era el mejor lugar del mundo.

Su amiga lo buscó de un lugar a otro durante un año. Tuvo que superar muchas dificultades hasta que al fin lo encontró.

Vio entonces cómo el chico se entretenía coleccionando trocitos de hielo y componiéndolos con diseños muy ingeniosos.

Era el gran rompecabezas helado de la inteligencia.

Quizá en la vida ordinaria a bastantes personas les ha pasado algo parecido.

En determinado momento, su mirada cambió. Empezaron a ver todo con peores ojos, a fijarse siempre en lo negativo. Fueron seducidos por una dialéctica turbia y peligrosa que les llevaba a asomarse a todos los abismos. Pensaban que con eso superaban una ingenuidad anterior, y les sucedió como a los que miraban en aquel maldito espejo: estaban seguros de que ahora tenían una visión más madura, de que veían las cosas tal como en realidad eran.

Y al cambiar su mirada, cambió también su corazón. Empezaron a ver a las personas por sus defectos en vez de por sus cualidades.

Empezaron a ser envidiosos, a pensar mal, a sufrir con los éxitos ajenos, a ser victimista.

Muchos de ellos volcaron esa visión negativa también sobre sí mismos, y eso les llevó a agigantar sus defectos, a infravalorarse y auto empequeñecerse.

Con el tiempo, quizá han advertido que ese proceso les atormenta y les consume, pero les cuesta controlar sus pensamientos. Saben que debería reconducir esas ideas que se han adueñado de su cabeza, pero hay algo que congela sus recuerdos y emociones, como sucedía a Kay durante su cautiverio en el castillo.

Para superar ese modo negativo de ver las cosas, que en alguna medida nos afecta a todos, hemos de comprender lo equivocado de ese dolor, lo que hemos sufrido y hecho sufrir inútilmente, lo ingratos e injustos que hemos sido con nuestros pensamientos.

Cuando lamentemos de verdad todo eso, cuando dejemos reponerse al corazón y empecemos a ver las cosas con los ojos de antes, volveremos a ver la realidad tal como es.

Quizá el problema es que el corazón está ya un poco frío y apenas nos duele, como le pasaba a Kay. Pero no por eso deja de tener y necesitar arreglo.

Es un cambio difícil, pero posible.

En el cuento, fueron las lágrimas de Gerda las que se abrieron camino hasta el corazón de su amigo, que también comenzó a llorar, y lo hizo de tal modo que el maldito cristal salió flotando entre sus lágrimas.

También a nosotros nos puede ayudar mucho una mano amiga, una persona que supere los obstáculos que sean necesarios hasta hacernos comprender lo triste de nuestra actitud.

Porque la vida a veces es dura y difícil, pero lo es sobre todo por ese cúmulo de prejuicios que nos ha entrado por la mirada y ha ido descendiendo hasta el corazón.

Y sólo ese llanto del alma nos hará valorar el error y superarlo.

Autor: Alfonso Aguiló

jueves, 1 de julio de 2010

MI PACHAMAMA




MI PACHAMAMA – Zamba
Autor: Los Hnos. Abalos

Música de mi tierra
que se baila en el monte,
sintiendo tu canto,
las penas se esconden
yo no sé ni adónde,
ni adónde, señor.

Bombo golpeando zambas,
pañuelos revoleando,
se me antoja al verlos
cuando están bailando
palomas volando,
palomas, señor.

Ay, sí, mi almita, cantando voy
por alegres sendas
de mi Pachamama,
todas perfumadas,
todas sí, señor.

Cuando voy por los montes
vuelan mis pensamientos,
parecen baqueanos
en campos desiertos,
jineteando al viento,
al viento, señor.

Ojitos de esperanza,
boquita de claveles
tienen por mis pagos
tierra de quereres
todas las mujeres
todas sí, señor.

Ay, sí, mi almita, cantando voy
por alegres sendas
de mi Pachamama
todas perfumadas
todas sí, señor.

miércoles, 30 de junio de 2010

LAGUNA DE LEANDRO




Cuenta la leyenda de la Laguna de Leandro, que hace muchos años, en Queragua, vivía un runa llamado así, buen hombre y trabajador. Poseía un rancho de adobe, un rebaño de ovejas, una tropa de llamas y estaba casado.

En uno de sus viajes a la zona de Tres Morros conoció un arriero anciano que le contó que en tiempos de la conquista española llegaron emisarios del Inca Atahualpa, pidiendo todo el oro.

Cuando se enteraron de que el Inca había muerto, no quisieron que los tesoros cayeran en manos enemigas, y los arrojaron en la zona de una solitaria laguna a 4.170 metros sobre el nivel del mar, al noroeste de Humahuaca (Jujuy, Argentina).

Leandro y su esposa no dejaban de pensar en como apoderarse del oro, sabiendo que yacía hundido en este sitio. Decidieron ir a desagotarla, construyendo una zanja de desagüe.

Pasaron meses hasta que una tarde la laguna se encrespó y junto a un trueno, emergió del agua una figura cuadrúpeda con astas de oro.

Tanto temor sintió Leandro que no podía moverse. Cuando el animal desapareció, Leandro volvió a su casa y juró no volver, alegando que era un aviso de Apu-Yaya (Dios del cerro).

No aguantó y mas adelante volvió, y justo cuando estaba cercano a terminar, el animal reapareció mirándolo de forma penetrante, lo inmovilizó y lo atrajo hacia el centro de la laguna, hasta desaparecer los dos. Así pagó el joven su avaricia.

Dice la gente del lugar que en las noches de tormenta se oye golpear las piedras que Leandro tira para rellenar la tierra que algún día, hace mucho tiempo, cavó por obtener aquello que no le pertenecía.

martes, 29 de junio de 2010

El TREHUACO





El Trehuaco (del mapudungun trewa "perro" y ko, "agua"), es un animal fantástico del agua presente en la mitología chilota.

Es descrito como un bello animal, de firme musculatura, extraordinaria fuerza, y un gran y negro pelaje con una apariencia muy similar a la de un gran perro.

Vive en el fondo de una laguna encantada en el extremo sur de la isla de Chiloé.

Las mujeres que se acercan a la orilla son irremediablemente atraídas por su pelaje negrobrillante y extraordinaria fuerza. A tal punto es su atracción que al cabo de un cariñoso y dulce jugueteo, se entregarán al Trehuaco sin vacilar.

Según la leyenda, se dice que en Chiloé, en las cercanías de Yaldad, existe una laguna encantada; en la cual habitaría una criatura conocida como Trehuaco.

Se cree que si una mujer se acerca a esta laguna y recita ciertos versos mágicos, hará que las aguas de la laguna se alejaran hacia el mar, de la misma forma que si fuera un río; y en el momento de secarse la laguna, en el centro de lo que era la laguna, aparecerá el Trehuaco.

Luego si la mujer llama al Trehuaco, este se acercara rápidamente hacia ella; y en ese momento comenzaran a tener una relación sexual zoofílica.

Posteriormente, ya cumplido el deseo de la mujer, y ya satisfecho el Trehuaco; esta criatura se volverá al centro de lo que era la laguna.

Estando ya en el centro, el Trehuaco comenzara a lanzar roncos aullidos, haciendo que las aguas nuevamente retornen a la laguna y así volverá a desaparecer en las profundidades de la laguna; hasta que una mujer lo llame nuevamente para cumplir sus deseos amorosos.

En el caso de la mujer, se dice que luego de que el Trehuaco desaparezca; ella se quedara dormida, y posteriormente despertara al lado de la puerta de su casa.

También se cree que si alguna persona sorprende a la inusual pareja, el Trehuaco desaparecerá inmediatamente; y la mujer quedara con una gran melancolía, que le durara por mucho tiempo.

Fuente:
Jaime Blume. Cultura mítica de Chiloé. Publicaciones periódicas. Colección Aisthesis. Pontificia Universidad Católica de Chile, Facultad de Filosofía, Departamento de Estética, 1985

lunes, 28 de junio de 2010

EL AYAYMAMA


Cuenta la leyenda que una epidemia estaba acabando con la gente de una comunidad nativa.

La madre de dos niños, sintiéndose con los primeros síntomas de la enfermedad, quiso salvar del mal a sus pequeños y entonces los llevó al monte, muy lejos y los dejó en ese lugar. Cerca de una linda quebrada, abundante en peces y árboles frutales. Con gran pena los dejó, sabiendo que no los volvería a ver más.

Ellos jugaron, comieron frutos y se bañaron en la quebradita, pero ya en la noche sintieron la falta de su madre y partieron en su búsqueda pero se perdieron en el monte.

Asustados, llorando de pena decían cómo no ser aves para poder volar donde mamá.
Y el dueño del monte tuvo pena y los convirtió en avecitas y ellos volaron, pero cuando llegaron a su pueblo vieron que ya nadie vivía, todos habían muerto.

Desde entonces no dejan de volar y volar, y cuando se posan en lo alto de un árbol, cansados de buscar a su madre, hacen oír su canto lastimero ayaymamá... ayaymamá...

domingo, 27 de junio de 2010

EL GRAN YUCHÁN (Palo borracho blanco)




Antiguamente el agua, que era el mar, estaba adentro de un palo borracho grande. Esto era muy al principio.

Ahí nació Lawo, el Arco iris, y un pez: el dorado.

Mucha gente pasaba por ahí, pero les estaba prohibido pescar el dorado.

Por esa época pasó Tokjuaj con sus flechas. Sacó una y flechó el pez.

El yuchán se partió y se inundó el mundo. Tokjuaj trató de escapar corriendo pero el agua lo seguía.

Dos meses corrió con el agua atrás. Quiso transformarse en pez pero los peces también lo perseguían. No había forma de escapar.

Entonces se transformó en chajá.

Voló muy arriba, hasta que se le cayeron las plumas y comenzó a caer.

En su caída gritaba: “me transformaré en mortero”. Y cayó adentro de un pozo.

Ese pozo era muy profundo. Tokjuaj se transformó en murciélago, y mientras estaba tratando de salir, vio una víbora muy grande que quería tragárselo.

Por fin escapó. Pero el viborón le pudo agarrar una punta del ala. Y se enredó en una tela de araña.

Tenía hambre y no sabía que hacer. Entonces se le ocurrió chupar sangre. Desde entonces el murciélago chupa la sangre. Le chupó al anta y a las corzuelas.

Hasta que el tucán empezó a perseguirlo.

Tokjuaj se asustó y se escondió en el gajo de un árbol grande. El tucán golpeó el árbol con su pico y se partió la cabeza de Tokjuaj.

Quedó muerto en el piso en forma de murciélago.

El agua que salió del yuchán formó el río Pilcomayo. Las vueltas que da el río Pilcomayo son el recorrido de Tokjuaj huyendo del agua.

Tokjuaj corrió durante dos meses.



Fuente: El ciclo de Tokjuaj y otros mitos de los wichis.
Biblioteca de Cultura Popular, Buenos Aires 1999.